En la entrada de la calle hay tres policías con cara de miedo, a los que han designado como "cuidadores del barrio".
Es mediodía y todos están encerrados. Hasta que una mujer rompe el hielo. "Yo voy a hablar, -grita- hay que decir la verdad". Otros diez vecinos se le unen. Piden y suplican que sus nombres no sean publicados.
La más valiente y locuaz afirma que conoce a dos familias a las que las bandas han amenazado de muerte. Otras tres están en lista, confirma un hombre.
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