Hace más de tres meses, al conocerse la presencia de cólera en Haití, les advertimos a las autoridades de Salud Pública y al Gobierno la urgente necesidad de cerrar la frontera, creando un cordón sanitario que minimizara los riesgos de que esta enfermedad letal y altamente contagiosa, pudiera penetrar en nuestro territorio.
Recuerdo que advertíamos que lo que estaba en juego no era solo la salud del pueblo dominicano, primera responsabilidad de las autoridades, sino otra no menos importante como es la protección de una de las principales columnas de sustento de nuestra economía como es el turismo y nuestra imagen internacional.
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No cerrar la frontera, no cerrar los mercados binacionales en nuestro territorio, en la forma desordenada en que han venido operando hasta hoy, es un supremo acto de irresponsabilidad frente al primer deber de las autoridades que es proteger a este país ante todo. Si no lo hacemos, tendremos que aprender a vivir con una enfermedad que había sido erradicada desde el siglo XIX, y eso significaría, más temprano que tarde, el hundimiento del desarrollo turístico de la República Dominicana, porque nadie en su sano juicio puede pensar que si casos como el de La Romana van a ser parte de nuestra cotidianidad en el futuro, aquí van a venir turistas, por más esfuerzos mediáticos que quieran hacerse.
La situación es dura y difícil y por lo tanto sus remedios tendrán que ser enérgicos y efectivos. Si no lo hacemos, pagaremos como país un alto precio por no tomar las medidas correctivas de lugar.
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No cerrar la frontera, no cerrar los mercados binacionales en nuestro territorio, en la forma desordenada en que han venido operando hasta hoy, es un supremo acto de irresponsabilidad frente al primer deber de las autoridades que es proteger a este país ante todo. Si no lo hacemos, tendremos que aprender a vivir con una enfermedad que había sido erradicada desde el siglo XIX, y eso significaría, más temprano que tarde, el hundimiento del desarrollo turístico de la República Dominicana, porque nadie en su sano juicio puede pensar que si casos como el de La Romana van a ser parte de nuestra cotidianidad en el futuro, aquí van a venir turistas, por más esfuerzos mediáticos que quieran hacerse.
La situación es dura y difícil y por lo tanto sus remedios tendrán que ser enérgicos y efectivos. Si no lo hacemos, pagaremos como país un alto precio por no tomar las medidas correctivas de lugar.
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