---Luis M. Rodríguez (Radhamés)
Recientemente el presidente dominicano Leonel Fernández entregó a su
homólogo de Haití, Michel Martelly, la Orden al Merito Duarte, Sánchez
y Mella, Gran Cruz, Placa de Oro. Es la más alta distinción que
otorga el País a gobernantes extranjeros.
Las razones que pudo tener el Presidente Fernández para hacer esta
distinción, las desconozco. Aunque dudo mucho que puedan resultar
convincentes, dado que Martelly en su gobierno de 11 meses no ha
trascendido, salvo por algunos hechos de corrupción e ilegalidad que
se les adjudican. Además, si tomamos en consideración su historial
previo a ganar las elecciones se le conocía más por su función de
cantante y vida licenciosa, que por persona meritoria.
Pero mas allá de la personalidad de Martelly, lo que uno no alcanza a
comprender es esta conducta de genuflexión de nuestro presidente hacia
lo extranjero y de menosprecio a lo nuestro.
Y eso ultimo lo digo dolido por la indiferencia oficial hacia un
dominicano de la diáspora, como Junot Díaz, ganador del Premio
Pulitzer en literatura por su libro la Maravillosa Vida Breve de Oscar
Wao y por su actitud casi ofensiva hacia Julissa Reynosa, joven de
origen dominicano que aun ocupa la función de Sub-secretaria de Estado
de EE.UU. para América latina y el Caribe y quien ha sido confirmada
como Embajadora en la República Oriental de Uruguay, con lo cual pasa
a ser la primera persona descendiente de dominicanos en ocupar una
posición como esta en los 236 años de vida independiente de esta
Nación.
Es decir, estos dos jóvenes que aun siendo ciudadanos estadounidenses
se identifican con sus raíces nacionales originales y que son un
orgullo para la comunidad dominicana emigrada, son ignorados por
nuestro gobierno, quizás por ser seres humanos libres e inmanejables
políticamente.
Contrario al caso de Martelly, entiendo que un reconocimiento
semejante al que él recibió en manos de Julissa Reynosa seria no tan
solo merecido, sino que tendría sentido y valor positivos.
Un reconocimiento a este nivel por parte del gobierno dominicano a
Junot y a Julissa sería exaltar a jóvenes brillantes, trabajadores,
comprometidos con su comunidad de origen y a quienes el éxito personal
no les ha llevado a desvincularse y mucho menos a renegar de sus
familias, amistades y su entorno nacional.
Más aun. Entiendo que en la medida en que la sociedad dominicana
reconozca el valor de los/as dominicanos/as emigrados, en esa misma
medida crecerá nuestra autoestima y orgullo nacionales, encontrando
las futuras generaciones modelos positivos a seguir en una sociedad
global en descomposición creciente y acelerada.
Por último, en caso de que el gobierno no se sienta motivado en
reconocer en su justa dimensión valores de la diáspora como Julissa y
a Junot, quien pierde es el propio gobierno, ya que estos jóvenes
seguirán contando con el amor y el apoyo de su comunidad y su pueblo
de origen, que en última instancia es lo realmente trascendente.
---Luis M. Rodríguez (Radhamés)
El autor es activista.
2918 Heath Av #1, Bx, NY 10463
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