En el 1994, el año de la huelga de peloteros de grandes ligas, fue el inicio de un pronuciado declive en el béisbol de la gran carpa. Se vieron feos en grandes ligas, la gente estaba molesta por la interrupción de la temporada debido a que no se pusieron de acuerdo los dueños de equipos y la asociación de peloteros con respecto al salario de estos últimos. Los próximos años fueron castigados por el público con la mayor de las indiferencias… los estadios nunca se llenaban completamente.
En el 1998, de repente hubo un resurgir en el ambiente beisbolero. La batalla de los jonrones escenificada por Mark Mc Guire y Sammy Sosa transformó el espectáculo y el público volvió a entusiasmarse con la pelota como hacía tiempo no se veía. Todos veíamos la enorme musculatura del Big Mac, como bautizaron a Mc Guire. Sammy Sosa lucía incontenible. En aquel entonces los directivos de grandes ligas no se atrevieron a insinuar siquiera que los esteroides fueran controlados. ¡Eso nunca! Había que aprovechar el boom de los jonrones de estos dos toleteros… todo por amor al juego. Ustedes saben, el béisbol es un negocio y la publicidad es la clave para que los negocios prosperen. ¿Qué importaba entonces si los jonrones eran fruto de esteroides o no? Lo importante era recuperar el terreno perdido ante el público y volver a llenar los estadios. Así sí es bueno.
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