En 1996, con el ascenso de Leonel Fernández al poder ejecutivo, los dominicanos pensaban que las cosas cambiarían para bien. Juan Boch y sus seguidores hablaban de lo que sería un estado de derecho ideal para nuestra nación, por eso muchos confiaron en que las cosas mejorarían. ¡Tremenda decepción! Santo Domingo pasó del excesivo autoritarismo al descontrol y el desgobierno. La ciudad comenzó a llenarse de inmigrantes haitianos en forma alarmante; los campesinos, totalmente ignorados por el gobierno, abandonaron sus tierras para mudarse en los barrios más desposeídos de nuestra ciudad, provocando el aumento de la miseria y la carestía de la comida por el abandono de la agricultura; la canasta familiar cuadruplicó sus precios entre 1996 y el año 2000; los colmadones se multiplicaron a tal grado que los barrios parecían, y hoy es peor, enormes prostíbulos abiertos al público de todas las edades. Por primera vez nuestros niños fueron testigos de la depravación que antes sólo ocurría en cabarets de mala muerte, pero que ahora pasa al lado de sus viviendas, en las mismas aceras donde ellos acostumbraban a jugar; el crimen se adueñó de todos los espacios públicos y privados, en cada barrio capitalino fueron abiertos decenas de puntos de venta de crack y cocaína. La policía fue sobornada al principio, luego fueron ellos mismos quienes instalaron peajes a los narcos a cambio de protección e información que los dejara operar sus negocios con tranquilidad; los funcionarios gubernamentales, que llegaron al poder con tanta hambre entre las costillas, iniciaron el desfalco más inmenso que nuestra nación había sufrido en torno a su patrimonio.
Santo Domingo fue otro desde que Leonel llegó a palacio. Nos hemos sumido en una calamitosa situación económica donde sólo impera la impunidad y la corrupción. Todos hemos sido testigos del cambio, hacia lo peor, que ha caracterizado a República Dominicana desde 1996. ¿Por qué permitir que archiven el caso contra Leonel?
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