En República Dominicana se
denomina “buquí” a todo aquel individuo que tiene el buen comer como una de sus
actividades predilectas y principales de su diario vivir. Las cuatro palabras
favoritas de un buquí son: desayuno, almuerzo, merienda y cena. Una quinta
palabra sería picadera, aunque algunos buquíes se tienen prohibido eso de “picar”
o comer pequeñas cantidades entre comidas. Ah sí, porque la cantidad es
esencial para la correcta digestión de un verdadero buquí. ¡A mayor cantidad
mejor digestión!.
A través de la historia, el buquí
ha tenido que enfrentar grandes amenazas para su estirpe. Primero fueron los
gimnasios y las clases aeróbicas que estos imparten. Los buquíes veían
preocupados como la gente se esmeraba en perder peso y cada vez era menos frecuente
ser convidado a cenas de lechones o puercos asados, locrios de chivo,
espaguetadas con chuleta y hasta los sándwiches completos estuvieron a punto de
desaparecer.
La segunda gran amenaza que enfrentó
la clase buquista ocurrió cuando se puso de moda el estudiar para nutricionista
y/o endocrinólogo. Los buquíes tuvieron que ponerse de acuerdo para exhortar a
sus familiares a no estudiar profesiones tan intimidantes, pues tener un
miembro de la familia nutricionista o
endocrinólogo significaba una mala influencia para la doña de la casa, a
quienes inducían a cocinar poco arroz, poquita carne y muchos vegetales. Todo verdadero buquí sabe que los vegetales no
llenan la panza como es debido.
Gracias a Dios y al esfuerzo
conjunto de la Asociación Dominicana de Buquíes (ADOBUQUÍ), la Federación de
Buquíes incorporados (FEDOBUQÍ), y la Logia de buquíes de Santo Domingo, esa
noble raza de hombres dedicados a ingerir la mayor cantidad de alimentos
posibles en cada día de sus vidas, pudo sobrevivir a tan insensibles ataques en
contra de sus derechos personales.
Hoy en día, el buquí enfrenta una
nueva amenaza… el gobierno morado. Se hace casi imposible para un buquí
promedio ingerir las dos libras y media de arroz acostumbradas, con pollo y
medio o una pierna de cerdo de compaña, los seis panes de agua o sobao con pica
pica, huevos o salami, en el desayuno o la cena, el moro de guandules con coco
es casi una malapalabra, y ni hablar de las dos libras combinadas de yuca,
batata, platanos y yautía, porque los precios de hoy en día son más que
alarmantes. Condecirles que un limón, que antes usted recogía en el patio de
cualquier vecino, hoy cuesta doce pesos
dominicanos la unidad. Hay que recordar que una de las reglas principales de un
auténtico buquí es la de nunca comer sin tener al lado un jarrón de jugo. El
agua puede esperar para más tarde, pero a la hora de comida, tener al lado un jarrón
de jugo es obligatorio para todo buen buquí.
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